Tres actores internacionales, tres actores regionales: el nuevo tablero de poder

Medio Oriente está en plena transformación, con dos puntos de inflexión recientes que reconfiguran su futuro: el ataque del 7 de octubre de 2023 y el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.

Hoy, el equilibrio regional se define en una ecuación de poder en la que tres actores internacionales—Estados Unidos, Rusia y China—y tres actores regionales—Arabia Saudita, Turquía e Israel—se disputan la influencia. Sin embargo, lo que cambia con Trump no es la cooperación entre EE.UU. y Rusia, sino la manera en que se manifiesta: más directa, más visible y con un giro estratégico en el que Irán podría jugar un papel inesperado.


EE.UU. y Rusia: ¿una alianza táctica a plena luz del día?

Desde hace años, Washington y Moscú han encontrado en Medio Oriente un terreno de negociación encubierta. Sin embargo, con Trump en el poder, esa dinámica se ha vuelto más evidente. Si su estrategia global es debilitar a China, el acuerdo con Putin se convierte en una jugada lógica, con Ucrania como el escenario principal y Medio Oriente como su reflejo.

No es casualidad que las negociaciones de paz sobre Ucrania se realicen en Arabia Saudita. Riad ya no es solo un aliado clave de EE.UU., sino un posible pivote en el reordenamiento regional, y su regreso a la órbita occidental parece una realidad.


Trump e Irán: ¿una nueva pieza en su estrategia contra China?

Uno de los movimientos más llamativos de Trump es su intento de acercamiento a Irán. La pregunta es: ¿para qué lo quiere?

En los últimos años, Teherán ha sido un socio estratégico para China, facilitándole acceso a energía, rutas comerciales y un contrapeso a EE.UU. en la región. Si Trump busca contener a Beijing, romper la alianza sino-iraní sería una jugada crucial.

Para Irán, este posible acercamiento podría ofrecer una vía de escape a las sanciones occidentales y una mejor posición en el juego regional. Sin embargo, su enemistad con Israel y su influencia en grupos como Hezbollah y las milicias en Siria hacen que cualquier entendimiento con Washington sea extremadamente delicado.


Arabia Saudita y Turquía: ¿beneficiadas por la caída momentánea de Irán?

Arabia Saudita y Turquía han competido con Irán por la influencia regional durante décadas. Sin embargo, el trabajo de Israel debilitando a Teherán en Siria y en el Líbano parece haberles venido bien a Riad y Ankara.

Sin un Irán fuerte operando en la región, Arabia Saudita se encuentra con menos obstáculos para consolidarse como el principal actor regional. Por su parte, Turquía se deshace—al menos por ahora—de un competidor que disputaba influencia en países estratégicos como Irak y Siria.

Pero este vacío no durará para siempre. Si Trump logra acercar a Irán a su órbita con el objetivo de alejarlo de China, el tablero puede cambiar de nuevo. Arabia Saudita y Turquía podrían ver el regreso de Irán con otro tipo de respaldo, quizás menos ligado a Beijing pero con una legitimidad renovada en la región.


Israel: entre la disuasión y la necesidad de una solución duradera

Israel no puede influir culturalmente en Medio Oriente, pero sí a través de la disuasión militar y la diplomacia táctica. Su fortaleza radica en su capacidad de defensa y en su alianza estratégica con EE.UU.

Sin embargo, si la intención es normalizar relaciones con el mundo árabe, la gran barrera sigue siendo Palestina. Para lograrlo, Trump necesita una solución duradera para Gaza y Cisjordania, y si alguien puede abrir ese camino, es Arabia Saudita.

Riad, con su creciente alineamiento con Washington, podría ser el actor que impulse una negociación aceptable para los países árabes. No será un proceso fácil, pero si el precio de la normalización con Israel es una resolución viable para Palestina, Trump podría verse obligado a ceder más de lo que ha estado dispuesto en el pasado.


China: ¿expulsada de la ecuación?

Mientras Estados Unidos y Rusia ajustan su estrategia en la región, el gran interrogante sigue siendo China.

Durante años, Beijing apostó a Medio Oriente como un eje clave de su proyección comercial global. Pero si Washington logra reafirmar su control sobre Arabia Saudita e incluso negociar con Irán, el margen de maniobra chino podría reducirse drásticamente.

Ahora bien, EE.UU. no puede contener a China sin caer en un enfrentamiento global catastrófico y de consecuencias impredecibles. La estrategia de Trump, en este sentido, parece orientada a debilitar a Beijing por otros medios:

  • Aliándose con Rusia, lo que rompe la posibilidad de un eje Moscú-Pekín.
  • Reposicionando a Irán en el mapa geopolítico, alejándolo de la influencia china.
  • Reforzando su presencia en Arabia Saudita y el Golfo, asegurando el control de una de las regiones más estratégicas del planeta.

El esquema es claro: hoy EE.UU. no tiene la fuerza suficiente para frenar solo a China. Sin embargo, si logra que Rusia y actores clave de Medio Oriente se sumen a su órbita, el panorama cambia radicalmente.


Conclusión: el futuro de Medio Oriente

El rediseño de Medio Oriente está en marcha. Trump ha acelerado un proceso que, bajo administraciones anteriores, se mantenía en las sombras. Con tres potencias internacionales y tres actores regionales reconfigurando sus posiciones, la región enfrenta un nuevo equilibrio de poder.

El gran desafío será ver si Trump logra normalizar las relaciones de Israel con sus vecinos árabes, y si su acercamiento a Irán realmente tiene el potencial de alejarlo de China. Mientras tanto, Arabia Saudita y Turquía han aprovechado la debilidad momentánea de Irán, pero la pregunta es cuánto tiempo durará ese escenario y qué rol jugará Teherán en la ecuación futura.

Medio Oriente sigue siendo un epicentro de tensiones y reajustes estratégicos, pero ahora, más que nunca, es también un reflejo del pulso geopolítico global.