Abstract
La teoría del Rimland, formulada por Nicholas Spykman, ha sido fundamental en la estrategia geopolítica de Estados Unidos desde la Guerra Fría. Esta investigación analiza cómo la administración de Donald Trump ha impactado el control del Rimland, particularmente en el Indo-Pacífico. Se argumenta que un posible retiro estratégico de Taiwán podría modificar el equilibrio de poder en Asia, favoreciendo la influencia de China. A través de un análisis histórico y geopolítico, el artículo examina si la política de Trump representa una abdicación del liderazgo estadounidense o un reordenamiento del poder global.
Introducción
Desde mediados del siglo XX, la geopolítica estadounidense ha estado guiada por la doctrina del Rimland, desarrollada por Nicholas Spykman (Kaplan 2008). Este concepto establece que el control de la franja euroasiática costera es clave para la supremacía global, una visión que influyó en la política de contención de la Guerra Fría y en la proyección de poder de Washington en Europa, Oriente Medio y Asia.
En el siglo XXI, la consolidación de China como potencia global ha reconfigurado el equilibrio estratégico en el Indo-Pacífico, llevando a Estados Unidos a reforzar su presencia en la región mediante alianzas como el QUAD y el AUKUS. Sin embargo, la política exterior de Donald Trump generó incertidumbre sobre el compromiso de EE.UU. con sus aliados y con la estabilidad del Rimland. Este artículo examina las implicaciones de una posible desvinculación estadounidense, especialmente respecto a Taiwán, y su impacto en el orden global.
El Rimland
La teoría geopolítica ha sido un elemento central en la formulación de las estrategias de seguridad y política exterior de las grandes potencias. Uno de los pensadores más influyentes en este campo fue Nicholas J. Spykman (1944), quien reformuló la teoría del Heartland de Halford Mackinder (1919) y estableció el concepto del Rimland como la región clave para el dominio global. El concepto de Rimland, se refiere a la franja de territorios costeros que rodean el Heartland de Eurasia. A diferencia de Mackinder, quien postuló que el control del Heartland (Europa del Este, Rusia y Asia Central) otorgaba la supremacía global, Spykman argumentó que el poder mundial dependía del dominio del Rimland, una región que incluía Europa Occidental, Oriente Medio, el subcontinente indio y el Este de Asia.
El mundo según Spykman1
Según Spykman, el Rimland es una zona de transición entre el poder terrestre del Heartland y el poder marítimo de las potencias navales. Esta región es crucial porque posee los mayores centros industriales, una alta densidad poblacional y una infraestructura marítima que permite la proyección del poder global. En sus propias palabras: «Quien controla el rimland gobierna Eurasia: quien gobierna Eurasia controla los destinos del mundo.» (Spykman 1944)
El Rimland y la contención: el pivote estratégico de EE.UU.
Desde los albores de la Guerra Fría, la política exterior de Estados Unidos ha estado estructurada en torno a una premisa fundamental: evitar la consolidación del poder euroasiático bajo una hegemonía hostil (Brezinski 1997). Esta doctrina, inspirada en la teoría del Rimland de Nicholas Spykman, fue refinada y aplicada por George Kennan bajo el concepto de contención, convirtiéndose en la piedra angular de la estrategia estadounidense durante más de medio siglo (Kaplan 2008).
La ejecución de esta estrategia se manifestó en múltiples frentes:
Europa Occidental y la OTAN: La consolidación del bloque occidental a través del Plan Marshall y la OTAN garantizó que el flanco europeo del Rimland permaneciera bajo influencia estadounidense.
Asia Oriental y el Pacífico: La Guerra de Corea, el apoyo a Taiwán y la guerra de Vietnam fueron manifestaciones directas de la lucha por evitar que el flanco asiático del Rimland cayera en la órbita comunista.
Oriente Medio y la Guerra Fría ampliada: Desde el derrocamiento de Mossadegh en Irán (1953) hasta el apoyo a los muyahidines en Afganistán (1979), EE.UU. entendió que el control del Rimland incluía evitar la expansión soviética en el corazón energético del mundo.
La caída de la URSS en 1991 dejó a EE.UU. sin un adversario estratégico de peso, lo que llevó a un momento de aparente desvinculación parcial del Rimland (Brezinski 2010). La Guerra del Golfo (1991) y las intervenciones en los Balcanes durante los años 90 fueron operaciones limitadas, pero la sensación general era que la hegemonía estadounidense era indiscutible.
El siglo XXI: del descompromiso al retorno forzado
La primera gran ruptura con la lógica de contención y la presencia en el Rimland se dio con los ataques del 11-S y la posterior “guerra contra el terrorismo” (Brezinski 2010). Las intervenciones en Afganistán e Irak desviaron la atención estadounidense de la rivalidad entre grandes potencias hacia conflictos asimétricos y prolongados, drenando recursos estratégicos y debilitando la influencia estadounidense en otras zonas del Rimland. Este descuido permitió que China expandiera su influencia en Asia Oriental.
Ante este nuevo contexto, Estados Unidos buscó reafirmar su compromiso con el Rimland, desde la presidencia de Barack Obama (2009-2016) hasta la actualidad, impulsando el QUAD (EE.UU., India, Japón, Australia), el AUKUS (Alianza Australia, Estados Unidos y Gran Bretaña) y buscando contener el ascenso chino en el Indo-Pacífico.
El futuro del Rimland y Asia: ¿una retirada estratégica o un reordenamiento del poder?
Como hemos descripto anteriormente, la historia de la estrategia global de Estados Unidos ha estado definida por un principio inalterable: el control del Rimland es esencial para la primacía global. Desde la Guerra Fría hasta la actualidad, Washington ha buscado evitar que una potencia hostil domine la franja euroasiática que va de Europa a Asia, pero la reconfiguración del equilibrio de poder en el siglo XXI ha puesto en cuestión esta doctrina. Si se confirma que la nueva presidencia de Donald Trump sigue una política de desvinculación estratégica, especialmente respecto a Taiwán, Estados Unidos enfrentará un punto de inflexión en su rol global.
Una retirada parcial o total del compromiso con Taiwán tendría consecuencias, especialmente en el Indo-Pacífico, que quedaría bajo presión china. Taiwán no es solo una isla estratégica; es el centro de la primera cadena de islas que contiene la expansión marítima de China y un alejamiento estadounidense enviaría una señal de desconfianza a aliados como Japón, Filipinas y Corea del Sur, incentivando su rearmamento o una mayor acomodación con Beijing. La influencia de China en el Mar de China Meridional crecería exponencialmente, debilitando el acceso estadounidense a rutas comerciales vitales. El factor clave será si una eventual retirada de Taiwán es parte de una estrategia más amplia o simplemente una abdicación de poder.
Si Trump opta por una desconexión general del Indo-Pacífico, el vacío estratégico resultante podría marcar el comienzo del fin del dominio global estadounidense. Pero si, en cambio, su administración adopta un enfoque más selectivo, reasignando recursos a otras áreas del Rimland (como Europa o el Golfo Pérsico), la hegemonía estadounidense aún podría sostenerse en una nueva configuración de poder.
Sin embargo, la historia muestra que cuando una gran potencia cede terreno sin un plan estructurado, su influencia global tiende a erosionarse. Si Washington abandona Taiwán sin garantías sólidas para sus aliados, el Rimland podría pasar gradualmente a la órbita china, acelerando la consolidación de un orden euroasiático alternativo.
La pregunta clave es: ¿Estados Unidos está preparado para vivir en un mundo donde ya no es la única potencia del orden global?
Conclusión
A lo largo de la historia, el control del Rimland ha sido una prioridad estratégica para Estados Unidos, asegurando su posición dominante en el sistema internacional. Sin embargo, la administración de Donald Trump ha desafiado esta tradición, planteando interrogantes sobre el futuro del compromiso estadounidense en la región. Una retirada de Taiwán sin un plan estructurado podría acelerar el ascenso chino y redefinir el orden global en favor de China.
El resultado dependerá de si esta política responde a una estrategia de redistribución de recursos o a un abandono del liderazgo global. En cualquier escenario, el Rimland seguirá siendo el espacio clave donde se decidirá la hegemonía del siglo XXI.
- Vidal Pérez, E. (2022). El giro Indo-Pacífico de la política exterior de Estados Unidos: una aproximación geopolítica desde el realismo neoclásico. Revista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, (20), 39-68. ↩︎